Un día me preguntaste
por qué las
cosas
no sucedieron entre nosotras
si teníamos
una química tan
notoria
que hacía sonar
las alarmas de
cualquiera.
Yo te sonreí
y te dije
que tenía
muy clara
la respuesta,
mas no entendiste
que incluso
en
el mismo instante
en el que te había besado,
años atrás,
era consciente de ella.
Me miraste sorprendida
y me
imploraste
conocer mi resolución.
Te mostraste distraída,
porque
deseabas
tener mi atención.
Yo te dije que
no valía la pena
que lo supieras.
Los años
se habían quedado atrás
y, en ciertos casos,
es mejor dejar las cosas
como están.
Rebuscar en la historia
podría
revivir heridas
prescritas,
más tuyas
que mías…
Insististe,
más de una vez,
hasta que lograste
que aceptara
revelarte la verdad:
mi historia.
Te miré a los ojos
y sin siquiera
dudar
te dije:
nunca he querido ser
un número
más…
No entendiste mi respuesta.
Comenzaste a crear
locas teorías
que no hicieron más
que hacer
brotar risas
desde lo más profundo
de mi ser.
Volviste a preguntar,
más seria,
cuál era mi verdadera
respuesta:
su esencia.
Te miré a los ojos
y sin siquiera
dudar
te dije:
no me gustan las estadísticas.
Te volviste a quedar
pensativa.
No lograbas desentrañar
lo que
para ti
era un enigma.
Yo no sabía cómo
no eras capaz
de
entender
que nunca quise ser
un
número,
pero no quería
tener que
explicarte algo
que me resultaba
tan obvio,
tan evidente,
tan yo…
Una vez más me miraste,
más seria todavía,
con el deseo de conocer
la
respuesta
que te estaba
resquebrajando la
cabeza,
revolcando las ideas,
desordenando la existencia…
Me dijiste:
quiero que esta vez seas
completamente sincera.
Te miré a los ojos
y sin siquiera
dudar
te dije:
prefiero ser historia.
Te quedaste en silencio
y
alejaste tu mirada.
Pensé que,
por fin,
lo habías
comprendido,
que estabas decepcionada.
Yo no quería una vida
a tu lado,
nunca la quise.
Yo no quería envejecer
contigo
ni tener que presentarte
a mis
sobrinos.
¡No!
Yo simplemente
no quería ser
un
número,
porque prefiero ser
letra.
Me preguntaste
si el no haberme ofrecido
una
historia de amor
me condujo a creer eso;
y yo lo negué
sin siquiera
pensarlo,
no hacía falta hacerlo,
nunca hizo falta
hacerlo…
Te expliqué,
con mucha calma,
que solo me habías ofrecido
placer,
no vida.
Te inquietaste
y me pediste tener
mayor
coherencia
con lo que decía.
Te respondí:
haberme ido
a la cama
contigo
no
hubiera
sido
una locura
para
mis instintos
más primarios,
pero tú solo
me ofrecías
estadística,
no historia,
y eso está fuera
de mi
imaginario.
Te enfadó mi respuesta
e
insististe
en que estaba dando
muchas vueltas.
Respiré,
una vez más,
e intenté
calmar
tu ansiedad.
Te miré a los ojos
y sin siquiera
dudar
te dije:
yo no quiero ser
estadística,
prefiero ser
historia.
No me basta ser
un número
más
en
tu cama,
no me conformo
con hacerte gritar
mi nombre
por diversión,
por emoción,
si no te sale del alma.
¡Yo prefiero ser historia!
Y con eso no
me refiero
a una
historia de
(des)
amor,
sino de cualquier tipo.
Yo prefiero
que cuando escuches
mi nombre
un recuerdo asalte
tus pensamientos
y te haga vibrar la vida.
Pero quiero
que sea un recuerdo
de esos que te tocan
el alma,
no
el clítoris.
Nunca he querido ser
un número
más
en algún
historial;
prefiero significar
cualquier
cosa
para cualquier persona.
La historia no se mide,
la estadística
se dedica a
hacerlo.
Yo no quiero ser
sometida
a un
parámetro
de medición,
porque todo eso
es relativo:
un año
puede ser superado
en un minuto,
un segundo
en una hora.
Ser historia,
para mí,
no significa caminar
a tu lado
por un tiempo
determinado.
¡No!
Ser historia
significa
impregnarme un poco
de tu esencia,
impregnarte un poco
de mi ser.
Por eso te dije
mirándote a los
ojos
y sin siquiera dudar:
nunca he querido ser
estadística,
prefiero
ser historia,
ser historia
de verdad…
Me miraste
conmovida,
con los ojos escurridos:
lo habías comprendido.
Ya no necesitaba decir
algo más,
porque ahora
podía sostener,
con total seguridad,
que una historia
habíamos
compartido,
que
había
sido
real…
Joss Brenes
20 de febrero de 2017
20 de febrero de 2017