viernes, 7 de abril de 2017

Yo no quiero ser estadística, prefiero ser historia...

Un día me preguntaste 
por qué las cosas 
no sucedieron entre nosotras
si teníamos 
una química tan notoria
que hacía sonar 
las alarmas de cualquiera.

Yo te sonreí 
y te dije 
que tenía muy clara 
la respuesta,
mas no entendiste 
que incluso 
en el mismo instante
 en el que te había besado,
 años atrás,
era consciente de ella.

Me miraste sorprendida 
y me imploraste 
conocer mi resolución.
Te mostraste distraída,
 porque deseabas 
tener mi atención.

Yo te dije que 
no valía la pena 
que lo supieras.

Los años 
se habían quedado atrás 
y, en ciertos casos,
 es mejor dejar las cosas 
como están.
Rebuscar en la historia 
podría revivir heridas 
prescritas,
más tuyas 
que mías…

Insististe,
más de una vez,
hasta que lograste 
que aceptara
revelarte la verdad: 
mi historia.

Te miré a los ojos 
y sin siquiera dudar 
te dije:
nunca he querido ser 
un número 
más…

No entendiste mi respuesta.
Comenzaste a crear 
locas teorías
que no hicieron más 
que hacer brotar risas 
desde lo más profundo 
de mi ser.

Volviste a preguntar, 
más seria,
cuál era mi verdadera 
respuesta:
su esencia.

Te miré a los ojos 
y sin siquiera dudar 
te dije:
no me gustan las estadísticas.

Te volviste a quedar 
pensativa.
No lograbas desentrañar 
lo que para ti 
era un enigma.

Yo no sabía cómo 
no eras capaz 
de entender
que nunca quise ser 
un 
número,
pero no quería 
tener que 
explicarte algo 
que me resultaba
tan obvio,
tan evidente,
tan yo…

Una vez más me miraste,
más seria todavía,
con el deseo de conocer 
la respuesta
que te estaba 
resquebrajando la cabeza,
revolcando las ideas,
desordenando la existencia…

Me dijiste:
quiero que esta vez seas
 completamente sincera.

Te miré a los ojos 
y sin siquiera dudar 
te dije:
prefiero ser historia.

Te quedaste en silencio 
y alejaste tu mirada.
Pensé que, 
por fin, 
lo habías comprendido,
que estabas decepcionada.

Yo no quería una vida 
a tu lado,
nunca la quise.
Yo no quería envejecer 
contigo
ni tener que presentarte 
a mis sobrinos.
¡No!

Yo simplemente 
no quería ser 
un número, 
porque prefiero ser 
letra.

Me preguntaste
 si el no haberme ofrecido
 una historia de amor 
me condujo a creer eso;
y yo lo negué 
sin siquiera pensarlo,
no hacía falta hacerlo,
nunca hizo falta 
hacerlo…

Te expliqué, 
con mucha calma,
que solo me habías ofrecido 
placer,
no vida.

Te inquietaste
y me pediste tener 
mayor coherencia 
con lo que decía.

Te respondí:
haberme ido 
a la cama 
contigo
no 
hubiera 
sido 
una locura 
para mis instintos 
más primarios,
pero tú solo 
me ofrecías estadística,
no historia,
y eso está fuera 
de mi 
imaginario.

Te enfadó mi respuesta 
e insististe 
en que estaba dando 
muchas vueltas.

Respiré, 
una vez más, 
e intenté calmar 
tu ansiedad.

Te miré a los ojos 
y sin siquiera dudar 
te dije:
yo no quiero ser 
estadística, 
prefiero ser 
historia.

No me basta ser 
un número 
más 
en tu cama,
no me conformo 
con hacerte gritar 
mi nombre 
por diversión,
por emoción,
si no te sale del alma.

¡Yo prefiero ser historia!

Y con eso no 
me refiero 
a una historia de 
(des) 
amor,
sino de cualquier tipo.

Yo prefiero 
que cuando escuches 
mi nombre 
un recuerdo asalte 
tus pensamientos
y te haga vibrar la vida.
Pero quiero 
que sea un recuerdo 
de esos que te tocan 
el alma,
no 
el clítoris.

Nunca he querido ser 
un número 
más 
en algún 
historial;
prefiero significar 
cualquier cosa 
para cualquier persona.

La historia no se mide,
la estadística 
se dedica a hacerlo.

Yo no quiero ser 
sometida 
a un parámetro 
de medición, 
porque todo eso 
es relativo:
un año 
puede ser superado 
en un minuto,
un segundo 
en una hora.

Ser historia, 
para mí,
no significa caminar 
a tu lado 
por un tiempo 
determinado.

¡No!

Ser historia 
significa 
impregnarme un poco 
de tu esencia,
impregnarte un poco 
de mi ser.

Por eso te dije 
mirándote a los ojos 
y sin siquiera dudar:
nunca he querido ser 
estadística,
prefiero 
ser historia,
ser historia 
de verdad…

Me miraste 
conmovida,
con los ojos escurridos:
lo habías comprendido.

Ya no necesitaba decir 
algo más,
porque ahora 
podía sostener,
con total seguridad,
que una historia 
habíamos compartido,
que 
había 
sido 
real…


Joss Brenes
20 de febrero de 2017