El terrorista de emociones es aquel
que con sus palabras, gestos y/o presencia impacta en la vida de otras
personas.
Es un compañero de viaje
excepcional, hasta que el miedo lo ataca y siente la necesidad de herir a quien
le acompaña.
Dispara sobre el punto en el que
centra la mirilla, no más arriba ni más abajo; su puntería siempre le atina a
un corazón que late rebosante de alegría.
Sin embargo, no hace falta que
use balas, basta con que articule un par de palabras para dejar sin habla a quien
tiene por víctima; a quien hace subir en un carrusel de emociones donde se
alcanza la felicidad máxima, justo antes de comenzar el debacle, justo antes de
abrirle una herida que no puede cerrarse.
Aunque también es capaz de
utilizar todo su arsenal, de lanzar una bomba tras otra, con el fin de vapulear
a quien siente que le hiere; mas no es menos cierto que puede enviar un solo
proyectil cargado de veneno, que sale de unos asombrosos ojos que clavan su
mirada como dos trozos de hielo.
Reivindica los ataques ajenos y
los suyos propios, todo con el propósito de quedarse con el crédito y de
robárselo a los otros. Pero también puede dejar que otros asuman su
responsabilidad para librar a su conciencia del peso de cargar con muertes
ajenas.
Es tan hábil que tiene la
facilidad de reclutar a otros para atacar los frentes en los que se siente
vulnerable, y de esa manera evita sentirse culpable.
En pocas ocasiones deja que la
víctima elegida implore por su compasión, a pesar de que tiene claro que la
sentencia de muerte estaba dictada con anticipación.
Pero no siempre fue así, hubo un
tiempo en el que se había autoproclamado guardián de sentimientos; no obstante,
otro terrorista le atacó y le convirtió en lo que es hoy.
A veces desea quitarse el disfraz
que le hace vestir una máscara de frialdad, pero eso significaría dejar
expuesto a un corazón que ya ha recibido su cuota de dolor. Por eso prefiere
atacar a otros y de ese modo sentir que hay equidad, que sus lágrimas se
reparten por igual.
El terrorista de emociones es aquel
que con sus palabras, gestos y/o presencia impacta en la vida de otras
personas, haciéndolas perder el control al estimular sentimientos ocultos en
los lugares más recónditos; haciéndolas sufrir un dolor que se impregna
permanentemente en las paredes de sus almas; regalándoles, antes de atacar, una
sonrisa que vale por todas las lágrimas que se van a derramar.
Joss Brenes
24 de mayo de 2017