miércoles, 24 de mayo de 2017

Terrorista de emociones

El terrorista de emociones es aquel que con sus palabras, gestos y/o presencia impacta en la vida de otras personas.

Es un compañero de viaje excepcional, hasta que el miedo lo ataca y siente la necesidad de herir a quien le acompaña.

Dispara sobre el punto en el que centra la mirilla, no más arriba ni más abajo; su puntería siempre le atina a un corazón que late rebosante de alegría.

Sin embargo, no hace falta que use balas, basta con que articule un par de palabras para dejar sin habla a quien tiene por víctima; a quien hace subir en un carrusel de emociones donde se alcanza la felicidad máxima, justo antes de comenzar el debacle, justo antes de abrirle una herida que no puede cerrarse.

Aunque también es capaz de utilizar todo su arsenal, de lanzar una bomba tras otra, con el fin de vapulear a quien siente que le hiere; mas no es menos cierto que puede enviar un solo proyectil cargado de veneno, que sale de unos asombrosos ojos que clavan su mirada como dos trozos de hielo.

Reivindica los ataques ajenos y los suyos propios, todo con el propósito de quedarse con el crédito y de robárselo a los otros. Pero también puede dejar que otros asuman su responsabilidad para librar a su conciencia del peso de cargar con muertes ajenas.

Es tan hábil que tiene la facilidad de reclutar a otros para atacar los frentes en los que se siente vulnerable, y de esa manera evita sentirse culpable.

En pocas ocasiones deja que la víctima elegida implore por su compasión, a pesar de que tiene claro que la sentencia de muerte estaba dictada con anticipación.

Pero no siempre fue así, hubo un tiempo en el que se había autoproclamado guardián de sentimientos; no obstante, otro terrorista le atacó y le convirtió en lo que es hoy.

A veces desea quitarse el disfraz que le hace vestir una máscara de frialdad, pero eso significaría dejar expuesto a un corazón que ya ha recibido su cuota de dolor. Por eso prefiere atacar a otros y de ese modo sentir que hay equidad, que sus lágrimas se reparten por igual.

El terrorista de emociones es aquel que con sus palabras, gestos y/o presencia impacta en la vida de otras personas, haciéndolas perder el control al estimular sentimientos ocultos en los lugares más recónditos; haciéndolas sufrir un dolor que se impregna permanentemente en las paredes de sus almas; regalándoles, antes de atacar, una sonrisa que vale por todas las lágrimas que se van a derramar.
Joss Brenes
24 de mayo de 2017

viernes, 7 de abril de 2017

Yo no quiero ser estadística, prefiero ser historia...

Un día me preguntaste 
por qué las cosas 
no sucedieron entre nosotras
si teníamos 
una química tan notoria
que hacía sonar 
las alarmas de cualquiera.

Yo te sonreí 
y te dije 
que tenía muy clara 
la respuesta,
mas no entendiste 
que incluso 
en el mismo instante
 en el que te había besado,
 años atrás,
era consciente de ella.

Me miraste sorprendida 
y me imploraste 
conocer mi resolución.
Te mostraste distraída,
 porque deseabas 
tener mi atención.

Yo te dije que 
no valía la pena 
que lo supieras.

Los años 
se habían quedado atrás 
y, en ciertos casos,
 es mejor dejar las cosas 
como están.
Rebuscar en la historia 
podría revivir heridas 
prescritas,
más tuyas 
que mías…

Insististe,
más de una vez,
hasta que lograste 
que aceptara
revelarte la verdad: 
mi historia.

Te miré a los ojos 
y sin siquiera dudar 
te dije:
nunca he querido ser 
un número 
más…

No entendiste mi respuesta.
Comenzaste a crear 
locas teorías
que no hicieron más 
que hacer brotar risas 
desde lo más profundo 
de mi ser.

Volviste a preguntar, 
más seria,
cuál era mi verdadera 
respuesta:
su esencia.

Te miré a los ojos 
y sin siquiera dudar 
te dije:
no me gustan las estadísticas.

Te volviste a quedar 
pensativa.
No lograbas desentrañar 
lo que para ti 
era un enigma.

Yo no sabía cómo 
no eras capaz 
de entender
que nunca quise ser 
un 
número,
pero no quería 
tener que 
explicarte algo 
que me resultaba
tan obvio,
tan evidente,
tan yo…

Una vez más me miraste,
más seria todavía,
con el deseo de conocer 
la respuesta
que te estaba 
resquebrajando la cabeza,
revolcando las ideas,
desordenando la existencia…

Me dijiste:
quiero que esta vez seas
 completamente sincera.

Te miré a los ojos 
y sin siquiera dudar 
te dije:
prefiero ser historia.

Te quedaste en silencio 
y alejaste tu mirada.
Pensé que, 
por fin, 
lo habías comprendido,
que estabas decepcionada.

Yo no quería una vida 
a tu lado,
nunca la quise.
Yo no quería envejecer 
contigo
ni tener que presentarte 
a mis sobrinos.
¡No!

Yo simplemente 
no quería ser 
un número, 
porque prefiero ser 
letra.

Me preguntaste
 si el no haberme ofrecido
 una historia de amor 
me condujo a creer eso;
y yo lo negué 
sin siquiera pensarlo,
no hacía falta hacerlo,
nunca hizo falta 
hacerlo…

Te expliqué, 
con mucha calma,
que solo me habías ofrecido 
placer,
no vida.

Te inquietaste
y me pediste tener 
mayor coherencia 
con lo que decía.

Te respondí:
haberme ido 
a la cama 
contigo
no 
hubiera 
sido 
una locura 
para mis instintos 
más primarios,
pero tú solo 
me ofrecías estadística,
no historia,
y eso está fuera 
de mi 
imaginario.

Te enfadó mi respuesta 
e insististe 
en que estaba dando 
muchas vueltas.

Respiré, 
una vez más, 
e intenté calmar 
tu ansiedad.

Te miré a los ojos 
y sin siquiera dudar 
te dije:
yo no quiero ser 
estadística, 
prefiero ser 
historia.

No me basta ser 
un número 
más 
en tu cama,
no me conformo 
con hacerte gritar 
mi nombre 
por diversión,
por emoción,
si no te sale del alma.

¡Yo prefiero ser historia!

Y con eso no 
me refiero 
a una historia de 
(des) 
amor,
sino de cualquier tipo.

Yo prefiero 
que cuando escuches 
mi nombre 
un recuerdo asalte 
tus pensamientos
y te haga vibrar la vida.
Pero quiero 
que sea un recuerdo 
de esos que te tocan 
el alma,
no 
el clítoris.

Nunca he querido ser 
un número 
más 
en algún 
historial;
prefiero significar 
cualquier cosa 
para cualquier persona.

La historia no se mide,
la estadística 
se dedica a hacerlo.

Yo no quiero ser 
sometida 
a un parámetro 
de medición, 
porque todo eso 
es relativo:
un año 
puede ser superado 
en un minuto,
un segundo 
en una hora.

Ser historia, 
para mí,
no significa caminar 
a tu lado 
por un tiempo 
determinado.

¡No!

Ser historia 
significa 
impregnarme un poco 
de tu esencia,
impregnarte un poco 
de mi ser.

Por eso te dije 
mirándote a los ojos 
y sin siquiera dudar:
nunca he querido ser 
estadística,
prefiero 
ser historia,
ser historia 
de verdad…

Me miraste 
conmovida,
con los ojos escurridos:
lo habías comprendido.

Ya no necesitaba decir 
algo más,
porque ahora 
podía sostener,
con total seguridad,
que una historia 
habíamos compartido,
que 
había 
sido 
real…


Joss Brenes
20 de febrero de 2017

martes, 21 de marzo de 2017

Como si fueras dos te miraba

Como si fueras dos te miraba.
Te miraba y te miraba, y veía dos, no una, no, dos.

Veía dos, porque sos dos.
Estás vos y otra vos.

Mientras un pedacito tuyo me sonreía, el otro me expresaba su dolor.

¿Qué pensar? Me preguntaba sin saber qué responder, sin saber nada.

Una parte tuya me miraba con temor.
Parecía que estabas llena de heridas, colmada de fuertes traumas que te corrompen el ser y el alma.

La otra parte tuya me miraba con curiosidad, con esa curiosidad que se tiene del porvenir, del qué será.

Y me pregunto: ¿qué pensar?

Y tus ojos, tus ojos demuestran que sos dos, que sos vos.

Uno de ellos está oscuro, cubierto de sombras, empapado del pasado que ha visto, que ha vivido.

El otro está iluminado, brillando con luz propia, impaciente por desentrañar lo que deparará el futuro, el destino.

Y me pregunto: ¿qué pensar?

Y de repente, tu cabello cae por tu rostro cubriéndote aún más el lado oscuro, como si deseara que te dejara de observar, como si deseara que dejara de intentar verte, de desnudar tu alma, de conocer tu ser.

Pero el otro lado, el otro lado estaba al descubierto, llamándome a gritos para que fuera a su encuentro, para que le tendiera mi mano, para que impidiera que se dejara vencer.

Y te vi los labios... ahí estaban esos dos promotores de la más dulce adicción... y me perdí en ellos...

Pero volví a ver tus ojos y de nuevo no supe qué pensar.

Y encontré tu herida, aquella que me mostraste la otra noche, y aunque imaginé que estaría en tu lado oscuro, desconocido, reservado, privado..., resulta que me equivoqué.

Esa cicatriz, expresión de vida, está en tu lado iluminado, ese que espera sentir, ese que espera ser, y que es.

Y por fin supe la respuesta: vos no sos dos, solo sos vos.

Y con vos no hay que pensar, porque la lógica es ilógica y la locura es realidad.


Joss Brenes, 7 de marzo de 2017

Somos sin ser, no somos siendo

Esta noche, 
antes de llegar a casa,
contemplé el cielo buscando 
desesperadamente a la luna,
y no logré encontrarla...

Así como tampoco te encontré a vos,
un rato antes 
cuando estabas frente a mí,
cuando estaba besándote los labios,
mas no el alma…

Y es que hoy, 
una vez más,
pude confirmar que 
con vos las cosas no son siendo;
o tal vez estoy equivocada
 y más bien son sin ser…

Qué paradójico, ¿no?

Es decir,
¿cómo se supone que comprenda
que te quiero sin quererte,
que te tengo sin tenerte,
que te miro sin mirarte,
que sos sin ser 
y que no soy siendo?

He llegado a la conclusión
de que con vos 
las cosas son extrañas. 
Un día inundás mi vida 
de flores y carcajadas,
y otro 
tu claustrofóbica 
ausencia 
me 
acompaña.
                                                                
No sé cómo comprender 
que con vos soy,
que realmente soy,
tal como vos 
realmente sos conmigo;
pero al final nosotras 
no somos,
no somos 
nosotras…

Vos y yo; 
yo y yo;
vos y vos; 
yo y vos…
Sin importar cómo se vea, 
se ordene 
o analice,
lo que vale es que somos sin ser
y que no somos siendo.

Y digo “somos”, 
porque somos.
Somos paz 
y somos demonios.

Somos perturbadoras de la línea temporal;
apaciguadoras de heridas 
que destilan sufrimiento
y que ahora gimen de emoción.

Somos promotoras 
de las más grandes aventuras,
o ¿debería llamarlas travesuras?

Somos papel y pluma,
derrochadoras de tinta,
creadoras de pintura,
y sazonadoras de vida.

Somos asesinas de sentimientos
que se hacen notar inoportunamente,
porque no debemos perder el control,
ni la razón...

Somos celosas centinelas
de los confines de nuestras almas,
y las más distraídas defensoras
de nuestra retaguardia.

Somos pasado y presente, 
pero no futuro.
Porque futuro no somos
-no seremos-,
y presente tal vez 
dejemos de ser pronto.
Mas pasado, 
pasado siempre vamos a ser,
porque fuimos sin ser 
y no fuimos siendo.

Somos tan peculiares 
que incitamos al papnotismo,
que hace rugir sus alarmas,
que nos apunta 
con sus amenazantes dedos esqueléticos,
que enciende sus opresivos focos
y que afina aún más su mirada 
para intentar controlar lo que somos,
sin ser, 
pero siendo.

¿Pero qué demonios somos?
No somos nada 
y somos todo,
porque somos 
sin ser 
y no somos siendo…
y no somos siendo… 
¿No somos siendo?
Somos siendo… 
somos, 
somos…

Y es en este momento,
después de recorrer el cielo 
por novena vez,
cuando a pesar del esfuerzo 
a la luna no logro ver,
que me doy cuenta 
de que con vos 
no me importa no ser siendo,
porque al final de todo
soy sin ser.”
Joss Brenes, 17 de marzo de 2017

miércoles, 8 de febrero de 2017

No te prometo amarte, te prometo arte

Yo no voy a prometerte bajarte la luna
y las estrellas,
mas puedo hacer que todas las noches las veas.

Yo no puedo prometerte estar incondicionalmente para ti,
pero puedo hacerte compañía
aún en mis ausencias…

Yo no voy a prometerte una vida llena de alegría,
mas podría hacer del infierno el paraíso
solo para ti.

Yo no puedo prometerte viajes todos los fines de semana,
pero puedo hacerte conocer el mundo
cada mañana.

En cambio,
 sí puedo prometerte inmortalizarte
con cada una de mis letras;
memorizar la posición de todas tus pecas
e impedir que alguna de ellas caiga
en el olvido.

Yo puedo prometerte una vida entera de emociones:
lágrimas de tristeza, de alegría,
de placer, de café;
lágrimas tuyas…
lágrimas mías…

Yo puedo prometerte madrugadas enteras de insomnio,
pláticas inacabables,
discusiones a medio camino,
y una sonrisa al acabar.

Y te prometo
una aventura nueva a diario,
no dejarte caer en la monotonía
y romper hasta la última fibra
de la rutina.

Te prometo hacer que te estremezcas de pies a cabeza,
sacarte las ideas más locas que tengas
y desordenarte la vida entera.

Te prometo hacer de tu vida,
mi vida,
y que tu felicidad
sea considerada de interés nacional.

Te prometo conocer de uno en uno tus miedos
y hacer que al final del día
no necesites más luz
que la tuya propia.

Te prometo hacer que te enamores
de tus inseguridades
para que cuando no esté
vuelvas a salir a la calle.

La verdad es que no tengo mucho que ofrecerte…

Por eso no te prometo amarte,
te prometo arte…”
Joss Brenes